11 de mayo de 2015

EL SÍNDROME DE ABSTINENCIA DEL ESCALADOR (FILOSOFANDO…)

Los escaladores como humanos sufrimos cuando se nos cambian las costumbres. Unos se adaptan más rápido que otros a los cambios pero todos sufrimos con ello.

Cartel en el albergue del volcán Mombacho

Y es que muchos viven la escalada casi como una adicción y como toda adicción cuando se la quitan de golpe les produce una serie de síntomas que pueden llegar a ser muy similares a la abstinencia de otras “cosas”.

Es muy posible que si eres escalador y llevas años en esto hayas sufrido algún episodio de abstinencia “obligada” que esté relacionada, de alguna manera, con estos cinco factores:

- Familiar (Padres, hermanos/as, hijos, etc)
- Pareja
- Lesión/accidente
- Enfermedad
- Trabajo

En todos ellos el tiempo de abstinencia es fundamental respecto a los síntomas que vamos a sentir durante nuestra falta de escalada en roca.
Por otro lado, en muchos casos esta “decisión” de dejar de escalar en roca, puede conllevar a que haga pasen incluso años hasta que volvamos a tocar roca. Pero aquí ya no tendremos síndrome de abstinencia, lo que tendremos principalmente es nostalgia por aquellas sensaciones que tuvimos en el pasado cuando todo era diferente.

Talla de madera en un restarunate de la isla de Ometepe

Hay un tiempo aproximado que el cuerpo-mente necesita para adaptarse a una nueva situación, ya sea física o mental. Esta suele rondar los tres meses. Por ello, a continuación, destripo el síndrome en ese espacio de tiempo.

Atardece en la playa de Poneloya

El primer mes es el más sencillo de pasar ya que es en el que el cuerpo y la mente, sobre todo en las dos primeras semanas, responden de manera normal ya que lo entienden como un periodo de recuperación, pero enseguida comienzan los síntomas que pueden variar de unos sujetos a otros dependiendo de muchos factores que no voy a comentar por la cantidad de variables.

Remolcado clásico de motos

El segundo mes será el peor, sin duda. Será cuando los síntomas se hagan fuertes y será muy duro cada día que pase. Pero tranquilos. Quedaros con esta verdad irrefutable que os reconfortará (o no): Si hay algo que pasa irremediablemente, queramos o no, es el tiempo.

Un abuelito juega al futbol con un montón de jóvenes en la playa de San Jorge

En el tercer mes, la cosa empezará a ser más relajada y muchos de los síntomas desaparecerán por si solos. Cuando finalice este estaremos en una fase totalmente diferente, la de adaptación. Recordemos que el cuerpo-mente requiere de aproximadamente tres meses para adaptarse a una nueva situación de estrés y posteriormente abordar la nueva, y estos 90 días son claves para adaptarse. A partir de aquí el síndrome suele ser controlable con picos aislados que dependerán principalmente de la capacidad de adaptación del sujeto que los sufra.
A continuación redacto algunos de estos síntomas.

Agitación y ansiedad
Problemas de concentración
Pesadillas
Insomnio
Visión borrosa
Vértigo
Dolores
Sofocos fríos o calientes
Cefalea
Cansancio y astenia (debilidad)
Síndrome de las piernas inquietas
Taquicardia
Sudores
Pérdida de apetito y pérdida de peso

Todos estos síntomas se pueden paliar con otro tipo de ejercicio, amoldándose a las condiciones del medio, como en mi caso la subida de volcanes o escalando estructuras que no son de roca pero que pueden llegar a simularla, como el ejemplo de la Escalera de Escher que ya he comentado en anteriores post.


En el caso de los que pasan años sin volver a escalar, aunque en muchos casos nunca vuelven a escalar como antes siempre les queda ese regusto de hacerlo de vez en cuando, porque reconozcámoslo, los años no pasan en balde y no podemos estar tan bien como antes aunque si podemos disfrutar de la escalada, a otro nivel, sin necesidad de hacer mucho grado o meternos en inmensas paredes de complicados recorridos.

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