PERROS CALLEJEROS (UN ESPAÑOL EN NICARAGUA)
Os presento a Pánfilo, un perro callejero cualquiera de los cientos que recorren las calles de Nicaragua, pero con una diferencia: De este sí conozco su historia y es de esas que merece la pena ser contada.
Este delgado y despeluchado can perteneció al antiguo inquilino de una casa a la que sigue viniendo buscando cobijo y algo de comida a las horas de siempre. El anterior inquilino y dueño del perro falleció hace meses, en condiciones dramáticas, en el piso de arriba de la casa. Suicidándose, dicen, por un desamor.
En broma los actuales inquilinos dicen que Pánfilo es el heredero y por ello lo han “adoptado” dejando que cuele sus delgados huesos por los barrotes que cierran la enrejada puerta de la calle.
Hace unas semanas los nuevos inquilinos, al llegar a casa, descubrieron que todos los documentos, cajas y demás cosas habían sido removidos y tirados por el suelo. Enseguida pensaron que habían entrado a robar, aunque lo extraño es que la puerta estaba cerrada y no se veía ningún forcejeo en la misma.
Pánfilo estaba fuera de la casa, no pudiendo haber pasado de la entrada ya que la otra puerta es solida y sin huecos, llegó al poco de aparecer la policía para determinar las causas del abuso de la morada.
Tras la investigación y sabiendo de las trágicas circunstancias que rodeaban la casa y la actitud del chucho, en el atestado se podía leer: Daños producidos por el espíritu de la casa.
Bien es cierto que tras lo sucedido los nuevos inquilinos confesaron lo que llevan sufriendo en la casa desde que decidieron alquilarla. Cosas como objetos que desaparecían de un sitio y aparecían en otro, platos que se rompen sin que nadie los toque o chillidos a mitad de la noche sin que existan vecinos cercanos.
Mientras Pánfilo sigue viniendo cada día a la casa, tumbándose en su sitio de siempre, como si el antiguo inquilino aun estuviera en la casa esperándole para ofrecerle los restos de su cena.
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