RECORDANDO VILLAREJO 01
Ayer estuve en una proyección de diapositivas en el EA, donde Gabriel Martín, explicaba las primeras vías de la zona de Villarejo, que abrío a finales de los años 70 y durante los 80.
Al ir viendo la diapositivas pasar, en mi memoria se activaron antiguos recuerdos que me hicieron sonreir, al pensar en lo precario y expuesto de nuestra primera visita y la cantidad de tiempo que pasó hasta que volví a ir a esta impresionate zona.
Corria la primavera del 98, durante un finde que ya no recuerdo, recibía una llamada de Andrés (el fue quien me introdujo en este fantástico mundo) para darme una buena noticia, había conseguido convencer a un amigo de su barrio para que fuesemos a los Riscos de Villarejo.
Ninguno de los dos teniamos carnet de conducir, por lo que si queriamos ir más lejos de Madrid y en un finde de dos días, teniamos que engañar a alguien para que nos sacase.
Recuerdo que este chaval (cuyo nombre no recuerdo), no paraba de decir que lo mismo su Scort no podría subir la cuesta, por el peso.
Por suerte no fue así y el coche llegó, aunque a regañadientes.
Había un pequeño problema con el tema del tiempo que teniamos para escalar y es que, el chaval debía devolver el coche a su padre, el domingo por la mañana, por lo que sólo podriamos trepar el sábado y además, por temas de curro, no salía hasta las 20:00 de su trabajo, por lo que viajamos de noche y al día siguiente nos pegamos el madrugón padre.
Andrés, como conocedor de la zona, nos llevó un poco más arriba de la curva prounciada, donde había una torreta y un cartel que inidicaba el Puerto de los Serranillos. Alli tiramos nuestros sacos sin cremallera, cenamos algo de pasta con embutido y pasamos la noche observando el espectaculo que ofrecía el cielo sin nubes y sin contaminación luminica.
El sábado amaneció con un día espectacular.
Bajamos de nuevo a la curva pronunciada desde donde salía el camino e imortalizamos el momento con mí cámara de fotos tradicional.
Andrés es el de la derecha.
Comentar que, las paredes no se ven hasta que llevas un ratillo andando, pero cuando las ves, te da la impresión de haber encontrado algún tipo de secreto escondido, entre tanta ladera que lo rodea.
Pasamos la primera canal y nos metemos por la segunda, después de pasar lo que se llama Pared de Entrenamiento, antes de la Torre de Villarejo. Todo, para ir a la Punta Amparo, donde ibamos a escalar la primera vía, la vía del Espolón Martín de Vº ó D.
Nada más empezar, comenzaron los problemas de logistica.
Ibamos tres y sólo llevabamos una cuerda de 60m, por lo que ideamos un sistema para que pudiera subir; Andrés, el engañado conductor, y yo, por ese orden.
La idea era dejar la cuerda, fijada abajo, sujetada por mí y que subiera asegurado mediante un puño autobloqueante a us arnes de cintura. Posteriormente subiría yo, asegurado al otro estremo de la cuerda.
El chaval lo luchó durante varios metros, con unos pies de gato de Andres (nº45) que le quedaban gigantes, y asegurado sólo al anillo ventral con el puño ese... pero un bloque que agarró con demasiada fuerza, hizo que lo sacase de su sitio y se pegase un vuelecillo majetón.
Yo, abajo, gracias a que estaba bajo un techín sujentando la cuerda, un poco a la derecha, no me llegó a dar, pero cayó a pocos metros de mi, dandome un susto de muerte.
No hubo necesidad de preguntarle. Para el chaval se había acabado el finde de escalada. He de reconocer, que en parte agradecí su decisión ya que si le pasaba algo lo tendríamos muy complicado para sacarle de ahí con una sola cuerda y con nuestra poca experiencia.
Recuerdo que sería la 3ª vez, como mucho, que usabamos nuestros recien comprados Friends y Fisureros y la sensación de meter eso en las fisuras y ver como aguantaba bajo nuestros tirones resultaba una sensación inexplicable de libertad.
Terminamos esa vía sin mucho problema.
¡Como me gusta esto de la clásica! - Recuerdo que pensé mientras subía cada largo.
Cuando bajamos por la canal de la derecha, a pie de vía, recuerdo ver al chaval, sentado, aun con cara de susto y algo pálido.
Por el contrario, en mi cara no podía deshacerse una amplia sonrisa por lo bien que me lo había pasado, pero intenté disimularla para no darle mal rollo al pobre.
Sin mucha tiempo para pensar, comemos unas barritas y salimos hacía lo siguiente que Andrés nos tenía preaparado. Una visita a lo que se conoce como el Yelmito, donde según nos dijo, no solía ir nadie, "por que había que andar un poco más."
En este risco, las vías son de dos y tres largos, por lo que pensamos que nos daría tiempo de sobra, antes de que anocheciese para bajarnos.
La vía elegida? Niebla, de tres largos y MD, algo así como V+.
Empieza Andrés y yo le aseguro con mi nueva cesta DMM, mientras al chaval, le dejo la cámara de fotos, para que al menos se entretenga tomando instantaneas, ya que nos iba llevar al menos 3 horas la vía.
El siguiente largo decidimos que también se lo de Andrés, ya que parece bastante técnico por que obliga ha hacer una travesía la la izquierda, para evitar un techo según se de la reunión y seguramente la cuerda rozaría bastante.
No se equivocaba, ya que de repente, después de darle ya varios metros de cuerda para que le rozara menos, noto un pequeño tirón y le veo aparaecer de golpe casi a mi lado.
Pero tío!!! Como nos me has parado antes!!! - Me dice con voz temblorosa.
La cuerda rozaba tanto por llevar cintas cortas y además obligar a pasar por entre unas rocas del techo, que no había notado que lo llevaba super suelto.
Por suerte no le pasa nada y vuelve para arriba, esta vez dandome gritos para que le diera cuerda o le recogiera.
Luego subo yo, sin muchos problemas, ya que se trata de un IV+ aunque veo que bastante expuesto hasta que llego a la 2ª reunión donde Andrés, me dice que debemos bajar ya que la noche se nos iba a echar encima y bajar por la canal de atrás, podía ser demasiado peligroso.
Yo accedo a su razonable decisión, pero enseguida nos damos cuenta de que no podemos bajar rapelando, la cuerda es demasido corta.
Según la info que disponiamos, ese largo era de 40m, por lo que con nuestra cuerda de 60m no llegariamos, en doble, a la otra reunión.
Sólo había una opción. Subir, y lo más rápido posible.
Este me toca a mi y se trata de un Vº de placa fisurada. Lo cierto es que no recuerdo como lo subí, pero la bajada fue penosa y muy lenta, no llevabamos frontal y las nubes habían tapado la luna casi llena, que nos podría haber iluminado el camino.
Después de una hora interminable, llegamos donde estaba el amigo de Andrés, muy preocupado, dandonos un abrazo y todo al vernos.
Esa noche, dormimos en el mismo sitio que la anterior y a la mañana siguiente madrugamos de nuevo para volver a Madrid.
La experiencia había sido fantástica y el gusanillo de la clásica me había calado muy hondo ya.
Pasarían cuatro largos años hasta que volviese a ir a estos Riscos, esta vez con JJ y Pepón...pero eso, es otra historia.
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