15 de abril de 2013

EN EL CICLO VITAL (Por Ori)

Para contar qué siento corriendo, en otras palabras, por qué corro, creo que me tengo que remontar a mi pasado como gimnasta en competiciones. Si había algo que creo que se me daba bien era conectar mente-cuerpo-música y pasar a otra dimensión. Supongo que me concentraba a tope. Una de las cosas que siempre me decían “es que tú lo vives”. Empezaba a sonar la música en el tapiz y ya se me olvidaban todos los nervios e incertidumbres (se me va a olvidar la coreografía, se me va a caer la pelota en el lanzamiento y va a salir volando al otro lado del tapiz) y….simplemente era feliz, sentía la música en cada poro de mi piel y supongo que vivía intensamente el AQUÍ y AHORA.


Pues eso es lo que se siente corriendo… y más. Cuando se pasan los primeros 20 minutos, en los que el cuerpo se queja, resopla, el corazón se acelera y rompes a sudar, de repente la fisiología de nuestros aparatos y sistemas se organiza y coordina para que puedas correr por kilómetros, sin que exista el tiempo. El hacerte consciente de esa perfección que tienes como ser vivo es un momento milagroso, y más si lo unes a que con la velocidad logras fundirte, aunque sea por segundos, con la naturaleza que te rodea. Los latidos del corazón, el viento entre los árboles, el crujir de la hierba y los pajarillos ya no se distinguen unos de otros. Lo mejor además es que en esos momentos la MENTE no tiene nada qué decir, ha dejado de rumiar, el simple hecho de narrar todo esto, que no es más que sentimiento/presentimiento primitivo/intuición, es poner otra vez a la mente a narrar. Supongo que es una forma de MEDITAR, de meditar en movimiento y acercarte a que significa el momento PRESENTE y la LIBERTAD, pero también a ser consciente de una especie de pertenencia a un ciclo vital circular comandadas por la luz del sol, el paso de las estaciones, etc.


He tenido además el inmenso placer de compartir carreras con el negrito YATOR.


Correr a su lado (más bien por detrás) y comunicarnos con los gestos y ademanes es muy especial. Creo que en esos momentos es imposible sentirse más VIVA.


Por supuesto este estado no dura mucho. El dolor en algún sitio, el hambre o la sed, o el perderte (me ha pasado ya en dos ocasiones en las últimas semanas) te sacan rápido de ese estado y ponen a la mente a trabajar y a tomar decisiones.  Correr en montaña (y más si vas sola) no deja de ser peligroso. Este invierno ha habido mucha nieve y el tiempo ha sido traicionero. En minutos te quedas frío y no vas precisamente muy equipado. Al final, como en cualquier deporte, si se quiere profundizar en él y marcarse metas, hay que trabajarse la condición física y la técnica también. Programar entrenamientos, adquirir técnica de carrera, en fin, poner la racionalidad a trabajar. Y en esas estoy ahora, en una batalla campal entre el coco y el cuerpo. La idea es acostumbrar al cuerpo a hacer algo con naturalidad, de tal manera que al final lo haga solo y no haya que estar tan encima. Por el momento es un equilibrio buscado, que no encontrado. Si encuentro la clave la contaré, lo prometo.

3 comentarios:

Mercedes dijo...

Hola Ori
Está genial, me ha gustado lo que cuentas y cómo lo cuentas... animo y sigue contandonos
besos
M

Amai dijo...

Preciosas las fotos corriendo con el narizotas negro!!
Ánimo con la transformación de esos tobillos de gimnasta en tobillos de corredora!!

Ori dijo...

Gracias Mercedes y Amai por los ánimos! Siempre he tenido alma de escritora, así que esto me resulta divertido, aunque por otra parte el mundo 4.0 es cuanto menos inquietante (me acabo de leer 19Q4 de Murakami!). Espero seguir contando las aventuras aún así.
En cuanto a los tobillos. A ver hasta donde me deja llegar esta hiperlaxitud. En qué kilómetro estará la frontera?